Barcelona tiene duende: Divino Mantón de Manila

Pintura de George Owen Wynne Apperley.

El mantón de Manila, es uno de los elementos más ricos del flamenco. Es una obra de arte diferente a cualquier otra por la dificultad que tienen los dos mundos que abraza. Por un lado, el de los diferentes motivos dibujados en la seda que, en muchas ocasiones, están bordados a mano; esta delicada y precisa obra de artesanía hacen de cada mantón una pieza única de gran complejidad y belleza. Por otro, nos adentra en un mundo infinito de fantasía a través de las múltiples figuras que podemos conseguir cuando lo ponemos en movimiento. Hacerlo bailar es una de las expresiones más bellas que nos aporta el flamenco, tanto a los que tenemos la suerte de poder danzar con él como a los espectadores que disfrutan de la belleza de ese lenguaje mágico.

Carmen Caparrós. Foto de Pepa Álvarez

Para conocer su historia, tenemos que viajar a la China. Ellos fueron los descubridores de la seda y los primeros en bordar este material que extraían de los gusanos. En nuestro país se le dio el nombre de manila porque Manila fue, en la época imperial española, quien distribuía todos los productos procedentes de Asia a nuestro país.

En el siglo XVIII, muchas señoras de la burguesía encargaban a China que les enviaran mantones bordados para lucirlos en las fiestas de sociedad a las que asistían. Cuando, más tarde, comenzaron a tomar protagonismo en el vestuario de zarzuelas, pinturas y otras obras de arte, se popularizó y comenzaron a usarlos mujeres menos adineradas.

Foto vía FlamenGo

Hay una leyenda popular que atribuye su aparición a las cigarreras de Sevilla: El tabaco que procedía de América llegaba envuelto en piezas de seda para prevenirlo de la humedad, estas piezas las trabajadoras de la fábrica las pintaban de vivos colores y las usaban para cubrirse los hombros.

Belén Maya, Blanca del Rey o Eva Yerbabuena son algunas de las bailaoras que mejor han sabido deleitarnos con el zigzagueo de este lienzo de seda.